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10 nov
2018

¿De qué habla la gente?

Enviado por historia . Etiquetas: Sin clasificar

Escrito por: Pablo Otero
Tradicionalmente las fuentes documentales históricas nos hablan de la vida de personajes importantes y de sus proezas. Reyes, obispos, filósofos, generales y emperadores que conquistan, ganan batallas o logran que los confundidos vean la luz. También gracias a ellas nos enteramos de la vida de grandes constructores, arquitectos y artistas y tratamos de entender y disfrutar de sus obras: catedrales, cuadros y sinfonías que navegan las aguas del tiempo y nos llegan como el primer día para que pensemos en ellas o nos deleitemos.

El cambio de "Vida de los filósofos" o "Vida de los reyes" a "Historia de la Filosofía" o "Historia del reino" se produce por razones muy concretas en el siglo XVIII pero ese no es el tema de hoy.

El tema de hoy tiene que ver con lo mucho que cuesta hallar noticia de lo cotidiano y efímero de hace siglos. Sabemos por ejemplo que los romanos barrían sus casas no porque nos lo cuente una obra histórica contemporánea sino por personajes secundarios, apenas parte del escenario, que se dibujan sobre mosaicos. Así, en un mosaico de tiempos de Cristo en el que se ve a Hércules peleando con el león de Nemea vemos que la escena está enmarcada por árboles, animalitos y un chiquillo con una escoba. El objetivo del autor era mostrar un trabajo de Hércules para decorar una sala pero gracias a ese fondo del paisaje tenemos idea de que había escobas y se utilizaban como hoy en día. Ninguna gran obra de la literatura romana antigua nos habla de las labores domésticas (hasta donde yo sé). Ahora que lo pienso, puede que el autor quisiera también recordar al chiquillo que barría pero ese sería un argumento para una novela histórica soporífera.

Ocurre algo similar con eso que hacemos todos los días y de lo que hablamos muy poco: cagar. Incluso en un primer momento estuve tentado de emplear el más formal "defecar" pero qué diablos: caga el rey, caga el Papa, de cagar nadie se escapa. Sabemos cómo cagaban los romanos porque han sobrevivido algunos cagaderos. Sabemos que la de cagar era una actividad social. Los cagaderos comunes recuerdan a los comedores comunes: uno satisface una necesidad natural y al mismo tiempo comenta la jugada con el vecino. Ninguna obra nos habló de esto pero lo sabemos gracias a la arqueología.

Ya en el Bajo Imperio cuando especialmente a los anglosajones les gusta decir que el Imperio estaba en crisis y en decadencia empezamos a tener obras de autores romanos cristianos que hablan de la vida de los plebeyos. Siguen sin hablar de barrer o de cagar pero sí comentan (tengo una obra en la cabeza pero no recuerdo el autor, me suena del siglo V) el incordio que es el tráfico en las calles de Roma (un problema que la ciudad eterna jamás resolvió: en tiempos de la república ya hay normativas sobre urbanismo y tráfico, se conoce que en mil años no resolvieron el problema. Incluso hoy en día Roma no me parece la mejor ciudad para desplazarse). En un tono quejoso aparecía la crítica al comportamiento cotidiano de los romanos que se contextualiza en una mezcla de defensa del cristianismo y nostalgia por la gloria pasada. Así, estaban los romanos llenando las tabernas, apostando y hablando de carreras de caballos todo el día justo por la época en que vivía el último emperador o el primer rey ostrogodo de Italia.

Muralla de Lugo. Construida durante la crisis del siglo III. Dos kilómetros de perímetro, 12 metros de altura, 80 torres. Tenía que ser impresionante ver el material de asedio de los bárbaros (?) que no se cansaban de perder batallas contra los romanos. Casi tan impresionante como la hacienda pública en esa época de crisis (?) para costear algo así. Luego estaban las plagas de la época y lo de poner en cuarentena a la ciudad, cosa que seguro que no tuvo nada que ver con la aparición de estas construcciones en las ciudades más ricas del imperio después de la mortandad que hubo en Alejandría por ejemplo, que perdió con la plaga de Cipriano la mitad de su población. Plagas por cierto que también afectaron a los bárbaros, los debilitaron y que hicieron ganar batallas a los romanos.
Muralla de Lugo, Semanario pintoresco español (1850).
Esta imagen de la época choca con la imagen popular que tenemos de desesperación, decadencia, crisis y lucidez absoluta y plena de toda la población sobre el momento histórico que vive.

—Hola buenas, una hogaza de pan.
—Aquí tiene. Menuda movida que se nos esté cayendo el Imperio Romano.
—Yo la verdad es que le voy a poner nombres germanos a mis chiquillos solo por joder... ¡Doscientas unidades monetarias! ¡Esto es un robo!
—Oiga qué quiere, es que estamos en plena decadencia y caída del Imperio Romano de Occidente.
—Grmpf, lo de ser plenamente consciente del instante histórico en que vivimos se nos va de las manos.
—Reprímase, puede hablar con el herrero. Al menos los estribos y las espuelas están baratas.
—¿Los qué?
—Los estribos y las espuelas. Ya sabe: instrumentos que mejoran el control del caballo y la seguridad del jinete. Son inventos germanos que contribuyen a la caída del imperio. Bueno, en realidad son inventos chinos que han traído los hunos y otros pueblos turco-altaicos que en sus peleas trasladaron a magiares, búlgaros y eslavos y estos a los germanos gracias a los cuales nos llegan a nosotros.
—Ostias, cuánta información.
—No puede ser de otra forma: se está cayendo el Imperio Romano, señor.

Obvia decir que una conversación así no tuvo lugar, a todo lo que se llegaba en el Bajo Imperio era a un cierto tono nostálgico del que solo se preocupaban cuatro escritores. Tono nostálgico que siempre existió en la literatura romana por lo que no nos da ninguna información. Sí, antes las cosas eran mejor, los hombres más honestos y las mujeres más decentes. Los jóvenes escuchaban a sus mayores, etcétera. Estos temas han existido desde que existe la escritura.

Es fascinante cómo la gente que vive en una época se cree que la suya es la más importante de la historia. Siempre se repiten los mismos arcos narrativos: "estamos en nuestro mejor momento pero hay quienes quieren arruinarlo todo". "Antes las cosas eran mejores e iniciamos nuestra decadencia". "Tenemos una responsabilidad generacional de enmendar el curso de la historia". Siempre son los mismos temas. Siempre las mismas admoniciones.

¿Por qué esto?

Se me ocurre que en cada instante el hombre vive en el presente. En cada instante tiene el mayor conocimiento acumulado de la historia hasta ese punto. Sin embargo tampoco existe la idea de que se pueda ir a mejor porque no podemos obtener información del futuro. Nuestra referencia forzosamente está en el pasado. Entonces se produce una paradoja formada por dos sintagmas:

estamos en nuestro mejor momento + el pasado era mejor

La paradoja se suele resolver situando ese pasado en una época que desborde la memoria de los vivos. Y la idea del hombre en la historia pasa a ser: nuestros antepasados estaban guay, hubo una decadencia, nos estamos recuperando gracias a la gente mayor viva hoy y cuidado que puede haber otra decadencia.

Por tanto esta idea del hombre en la historia tiene una utilidad práctica en la gerontocracia en que vivimos: haz lo que tus mayores te ordenan y envejecerás y entonces serás tú el que de las órdenes. La promesa del dominio. Una promesa que se resquebraja cuantos menos hijos nacen y más envejece la población.

De acuerdo, he dicho que siempre se está advirtiendo del fin del mundo, así que no tenéis que hacerme caso. Aunque sería conveniente tomar nota de que esta vez el problema es nuevo. Siempre hubo guerras y pestes pero por primera vez no está habiendo remplazo de la siguiente generación.

Imaginaos entonces plantear el problema del hombre en la historia formando parte de la última generación del hombre. Bueno, eso ya se lo dejamos a los autores de ciencia ficción.




Artículo escrito en el blog Vigilia pretium libertatis , bajo licencia Creative Commons 3.0.

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