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16 ene
2016

A vueltas con las burbujas

Enviado por sociedadinformacion . Etiquetas: internet, informática, economía


IMAGE: Eduardo Huelín - 123RF

Raquel Quílez, de El Mundo, me llamó por teléfono para hablar sobre una posible burbuja financiera en Silicon Valley, e incluye algunos de mis comentarios en su artículo publicado ayer bajo el título “¿Va a estallar Silicon Valley?” (pdf).

La de la burbuja es una hipótesis que lleva ya tanto tiempo aventurándose, que tiene ya su propia categoría en esta página, con unos dieciocho artículos al respecto a lo largo del tiempo que se remontan a nada menos que 2005. Y mi respuesta, a grandes rasgos, ha sido más o menos la misma: las burbujas son un componente estructural de la economía, surgen con cierta periodicidad en función de multiples variables, pueden tener muy diversas causas… pero no todas son iguales. No tiene nada que ver una burbuja como la de principios de siglo, con empresas dramáticamente sobrevaluadas como resultado de unas expectativas de difusión tecnológica y adopción que preveían flujos de ingresos que jamás se materializaron, con una simple burbuja de valoración como la actual.

En el momento actual, resulta evidente que muchas compañías han obtenido del mercado valoraciones que pueden parecer imposibles de sostener desde un punto de vista estrictamente financiero, ya sea utilizando multiplicadores de ingresos o descuentos de flujos de caja ponderados. Esa situación no aplica en todos los casos: resulta interesante ver, por ejemplo, la valoración de Uber publicada por Aswath Damodaran, en la que se muestran los diferentes escenarios en función de los distintos negocios en los que la compañía anuncia su entrada. Cuando una compañía ha demostrado su capacidad de generar ingresos, ha probado su modelo y su atractivo y genera flujos económicos de manera consistente, plantear valoraciones en función de su posible expansión a actividades razonablemente afines o de su capacidad para robar mercado a empresas clásicas que llevan a cabo actividades susceptibles de ser sustituidas no es algo que pueda utilizarse como argumento para demostrar la existencia de una burbuja.

Una burbuja caracterizada por una ausencia de ingresos en torno a los cuales construir un modelo de valoración no tiene nada que ver con otra en la que las compañías elevan sus valoraciones debido a un elevado interés de los potenciales accionistas. Una empresa como Snapchat, por ejemplo, puede situar sus primeras valoraciones en función de las capacidades que sus accionistas ven en su equipo y su producto para posicionarse en el mercado adolescente, refrendarlas gracias a un interés de Facebook por una posible transacción, y elevarlas sensiblemente a medida que demuestra su capacidad para crear servicios capaces de generar flujos de caja, y parece razonable pensar que ni sus accionistas son completamente idiotas, ni responde de manera general a una dinámica de burbuja. Sin embargo, sí es posible que una compañía como esa u otras caracterizadas como “unicornios” con un crecimiento potencial elevado, generen burbujas de valoración en función de simples mecanismos de oferta y demanda cuando muchos inversores pretenden acceder a la oportunidad de invertir en ellas, y provocan un recalentamiento del mercado.

Los tiempos de los mercados tranquilos terminaron. Hoy, cada innovación, cada anuncio de resultados decepcionante, cada revelación impactante o cada análisis más o menos tergiversado puede provocar una situación de caída de fichas de dominó que lleven a muchos a perder mucho dinero. Es un mundo hiperconectado en el que la información se mueve a mucha más velocidad de la que se requiere para procesarla con un mínimo de rigor. En las circunstancias actuales de un mercado que parece abrir oportunidades nuevas con cada nuevo paso en el desarrollo tecnológico o con cada emprendedor que tiene una idea feliz, vivir en un entorno burbujeante es completamente inevitable, y seguramente, no es siquiera algo negativo, sino una característica de los tiempos. Algunas de esas burbujas pueden dejar víctimas: personas en busca de oportunidades de inversión que carezcan de herramientas de análisis adecuadas o se dejen llevar por la euforia y apuesten por las compañías equivocadas – muchas siguen siendo startups, sometidas a las mismas escasas tasas de supervivencia que han tenido siempre – pero eso no debería ser un pretexto para calificar a toda una industria como una burbuja. Aunque, como todo en un mundo hiperconectado y que se mueve a gran velocidad, pueda llegar a explotar.

 
Artículo de Enrique Dans .

Publicado con licencia Creative Commons 3.0 España .



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