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02 dic
2015

Contra el reduccionismo empresarial

Enviado por empresa . Etiquetas: empresa

Las empresas están aquí desde hace muchos años. Son una institución que se remonta a siglos atrás. Arie de Geus en su libro La Empresa Viviente ya nos lo explicaba. Entre otras cosas allí exponía casos de empresas que hundían sus raíces a finales del siglo XVI, como el caso de Sumitomo en Japón, o el de la Swedish Company Stora que se remontaba a hace más de 700 años. El discurso del autor es muy claro: las empresas juegan un rol demasiado importante como para menospreciar su papel en la sociedad contemporánea. Todo esto lo comento ante la evidente crisis actual en muchas de nuestras instituciones. La empresa, sobre todo la empresa grande, dominada por la especulación financiera, corre el riesgo de convertirse en un monstruo nocivo para el ser humano.

¿Pueden “ser comunidad” las grandes empresas? se preguntaba Natalia Fernández, de Las Indias, en un estupendo artículo hace unos días. Ella terminaba con un mensaje de esperanza alegando que podrían, quizá algún día, volver a convertirse en “entornos vitales significativos“. Arie de Geus estaría contento. Él ya decía en su libro (pág. 154):

La compañía en sí misma es primariamente una comunidad. Sus propósitos son la longevidad y el desarrollo de su propio potencial. La rentabilidad es un medio para ese fin. Y para producir tanto beneficios como longevidad, se debe tener cuidado con los distintos procesos necesarios para construir una comunidad; definir la pertenencia, establecer valores comunes, reclutar la gente, desarrollar sus capacidades, evaluar su potencial, cumplir con el personal, manejar con extraños y contratistas, y establecer políticas para dejar la empresa elegantemente.

Pero, ¿hasta dónde la realidad niega lo que de Geus nos propone? Si nos levantamos optimistas podemos pensar que todas las iniciativas de responsabilidad social empresarial van en esta línea. Pero si vemos el vaso medio vacío, además de calificar la RSE como pura propaganda, observamos cómo se siguen cometiendo tropelías por doquier: la desigualdad salarial crece, el engaño en algo tan importante como el cuidado del medio ambiente está a la orden del día y el uso de paraísos fiscales es habitual. ¿Quién va a fiarse de una gente así? Por eso escribimos aquello de Fíate tú de las multinacionales.

Demasiadas empresas quedan reducidas a medios para un fin: ganar dinero. Y ojo, porque podemos pensar solo en los accionistas pero no, hay que mirar más alto y pensar también en las personas que allí trabajan. La inmensa mayoría comulgan con el paradigma imperante: es un medio para ganar dinero. En unos casos mucho, muchísimo. En otros lo necesario para susbsistir. La empresa es lo que sirve de puente para llegar a fin de mes. Pero no le pidas más, porque no lo hay.

Ver a la empresa dentro de un contexto global, dentro de un ecosistema con cadenas tróficas, dentro de un ciclo cerrado de materia y de un flujo abierto de energía, no es algo que suceda con frecuencia. La empresa se reduce a una serie de procesos que se pretende optimizar para maximizar el beneficio. Si acaso con un respeto -a regañadientes muchas veces- a la legalidad vigente. La empresa no es comunidad, no se siente sistema conectado a otros sistemas donde lo que importa realmente es el planeta y el bien común. Eso es para otro tipo de organizaciones. Llámalas ONGs o como quieras, pero no empresas.

En un artículo que publicamos aquí ¡a principios de 2007! decíamos:

Peter Senge, en el prólogo al libro de Arie de Geus publicado por Granica, nos recuerda la relación de las empresas con la vida misma. Cita el caso del idioma sueco, donde el término más antiguo para “negocio” es nürings liv, literalmente “alimento para la vida”. Igualmente, comenta Senge que en chino los viejos pictogramas referentes a “negocio” se traducen como “vida”, “vivo”, “sobrevivir”, “nacimiento” o “significado”. Quizá por eso se explica bien su afirmación: “trabajar juntos puede ser en verdad una profunda fuente de significado para la vida“.

Han pasado desde entonces casi nueve años y no me queda nada claro que hayamos progresado. Porque ¿qué es progresar? Dejar atrás a un montón de gente hundida por el sistema, lanzar más gases contaminantes a la atmósfera o perder biodiversidad no parece desde luego progreso. El reduccionismo oprime a la empresa y la reduce a una caricatura de lo que de Geus quisiera que fuera. Los hechos, me temo, no le dan la razón. Disculpad que empiece pesimista la semana.

 

Escrito por julen en blog "Consultoría Artesana en red" , bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-CompartirIgual 3.0 España (CC BY-SA 3.0 ES)



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