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Volkswagen está siendo investigado en varios países, fundamentalmente Estados Unidos, por haber dado gato por liebre, o diésel sucio por diésel limpio. El New York Times ha tenido acceso a documentación confidencial que profundiza en el génesis del escándalo. Sacad las palomitas.

Los TDI Clean Diesel de Volkswagen contaminan hasta 40 veces más que lo que permite la normativa federal de Estados Unidos y el Estado de California, porque los sistemas anticontaminación solo funcionan a pleno rendimiento cuando se detecta una prueba de homologación.

Antes de lanzar al mercado los motores TDI Clean Diesel (EA189) los ingenieros se dieron cuenta de que no iban a cumplir con los límites de emisión de óxidos de nitrógeno (NO_x) si no se aumentaba el coste de los coches. Tal y como se estaban diseñando, los sistemas anticontaminación acabarían fallando si cumplían a rajatabla el límite impuesto. ¿A qué nos suena eso a los europeos? Sí, eso mismo, los diésel han perdido la fama de motores indestructibles y eternos.

Existe un jugoso archivo de Powerpoint (presentación de diapositivas de Microsoft Office) en el que se muestra cómo hacer trampas ante los reguladores. Siendo totalmente predecible el ciclo de homologación, bastaba con programar las centralitas para que pasasen el examen con nota, y fuera del laboratorio los coches contaminasen más a cambio de tener más fiabilidad y reducir el consumo de gasóleo.

De haber vendido los Clean Diesel más caros, habrían vendido muy pocos. El gasóleo es más caro que la gasolina en ese país, y también un diésel frente a un gasolina sube de precio. Eso significa que hay que recorrer muchas millas para compensar todo eso, lo cual no es problema para ciertos clientes. Es un país muy grande, allí nadie se compra un TDI para hacer menos de 10.000 kilómetros al año. Solo con motor 2.0 TDI Clean Diesel colocaron 482.000 coches, ¡no está nada mal!

Las fuentes anónimas consultadas por el New York Times también cuentan que Volkswagen subestimó el alcance que podía tener la crisis, así como la potencial sanción. En agosto de 2015 el bufete Kirkland & Ellis presentó un informe en el que se explicaba que la multa más gorda había sido de 100 millones de dólares. Se podía haber pagado con “calderilla”. La multa que amenaza ahora a Volkswagen es cientos de veces más grande, del orden de las decenas de millares de millones dólares. Eso se paga con el beneficio de varios años.

Además, creían que no era tan fácil ser pillados, los equipos de medición de gases portátiles (PEMS) no eran fáciles de conseguir hace 10 años. Se sentían impunes, y nadie tendría que darse cuenta. Entonces vino el International Council on Clean Transportation (ICCT), en colaboración con la Universidad de West Virginia, y destaparon el mayor escándalo de la empresa alemana desde que Adolf Hitler aprobó su creación.

La responsabilidad de los altos directivos sigue siendo una cuestión poco clara. Se supone que fueron informados en tiempo y forma, pero con solo unas pequeñas líneas entre otros tantos asuntos a tratar. Podría darse el caso de que los máximos reponsables de Volkswagen no tuviesen ni idea de lo que se cocía entre bastidores, y que empleados de menor categoría se callasen por miedo, o por creer que nadie se daría cuenta.

Oficialmente, Volkswagen no ha hecho comentarios, ni lo harán sus representantes legales. Están aplicándose un proverbio árabe, algo así como que si no vas a decir nada más bello que el silencio, cállate. Y ahora mismo les conviene no decir ni una sola palabra de más, se puede volver en su contra.