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13 may
2022

El trabajo distribuido, la innovación y la falta de ambición

Enviado por sociedadinformacion . Etiquetas: Sin clasificar

Escrito por: Enrique Dans.

IMAGE: Sigmund - Unsplash

Cuanto más pasa el tiempo desde que terminó la época de los confinamientos y del trabajo distribuido obligatorio, más me voy dando cuenta de hasta qué punto estamos pecando de falta de ambición y de visión en este tema.

Cada vez son más las compañías que pretenden retornar a cómo se trabajaba antes de la pandemia, creyendo erróneamente en el mito de que verse físicamente supone algún tipo de ventaja de cara al trabajo y, supuestamente, al desarrollo de la innovación corporativa. Con ello, generan en muchos casos la alienación de unos trabajadores que, en algunos casos, llevaban ya más de dos años aprendiendo a desarrollar de manera óptima su trabajo desde sus casas o desde otros sitios, y que en muchos casos, acostumbrados ya a rendir más y mejor en esas condiciones, no querían simplemente volver al mundo del atasco y de la oficina.

Mientras muchas compañías persisten en su cultura del control e incluso pretenden instalar el llamado bossware en los ordenadores de los empleados que trabajan de forma distribuida para extender ese control a cuando no están a la vista, algunas otras, desgraciadamente una minoría, están dándose cuenta de que obligar a sus empleados a volver a la oficina es un error, y de que la innovación tiene en realidad muy poca relación con el contacto físico, y tiene mucho más que ver con la capacidad de dedicar tiempo a ella. Si saturas de trabajo a tus empleados, tus empleados adoptarán un mecanismo de supervivencia: se dedicarán a ello, y desconectarán en cuanto lo terminen, un efecto mucho más marcado si, además, pretendes ligarlo con unas horas concretas. La innovación no se produce de 9 a 5, y creer que unos trabajadores obligados a permanecer en un sitio determinado ese horario van a ser más innovadores que otros que trabajan desde donde quieren y en una cultura de confianza es, sencillamente, una estupidez.

¿Quieres construir o reforzar una cultura innovadora? Pues déjate de mitos absurdos sobre la presencialidad y empieza a pensar de forma más evolucionada. Algunas de las compañías más innovadoras del mundo dan absoluta libertad a sus empleados sobre dónde y cómo quieren trabajar, y no están mentalmente enajenadas: simplemente funciona. La innovación se produce, en primer lugar, cuando los trabajadores hacen su trabajo a gusto, desde donde quieren y como quieren, no cuando pretendes encerrarla como en un taller de la época de la Revolución Industrial. Innovar no tiene nada que ver con gastar dinero en futbolines, en grifos de cerveza o en sillones de masaje. Es el producto de una cultura. Y si quieres obtener esa cultura, la filosofía del control simplemente no funciona. Sometido a una cultura basada en el control, un trabajador no innova: solo hace su trabajo, sin más.

El problema está, como decía, en la falta de ambición. Muchos directivos siguen viendo la videoconferencia y las herramientas de trabajo asíncrono como los documentos compartidos, los sistemas de mensajería y otras, como un «problema de la pandemia», y eso supone una fortísima limitación. Simplemente, no fueron capaces de aprender a usar esas herramientas durante el tiempo que lo intentaron, y se limitaron a intentar hacer lo mismo que hacían sin ellas. Por supuesto, una receta para el desastre. ¿Quieres innovar? Pues no te limites. Las herramientas disponibles permiten no solo innovar, sino crear relaciones fuertes y muy productivas entre las personas de la organización, siempre que lo hagas de la manera adecuada.

En primer lugar, tienes que conseguir que tus trabajadores utilicen esas herramientas bien. Una videoconferencia no es aparecer en pantalla con aspecto patibulario, con una pared detrás y con los bordes desenfocados patéticamente mientras se genera una aureola a tu alrededor cada vez que te mueves. Eso es, a estas alturas, simplemente imperdonable, my refleja un nivel de dejación y de desinterés alucinante. A poco que hayas hecho reuniones distribuidas, deberías haber aprendido a iluminarte en condiciones, a manejar una cámara virtual, a ponerte una cámara, un segundo monitor y un micrófono decentes, y a utilizar una pantalla verde – como mínimo. Mis videoconferencias del principio de la pandemia no se parecían en nada a las que hago ahora, y sobre todo, he conseguido una cosa: encontrarme comodísimo cuando las hago.

De hecho, ahora se produce una paradoja: soy más productivo en una reunión en videoconferencia que en una presencial. Tengo acceso a más materiales, puedo mostrarlos más fácilmente y de manera más cómoda que si estoy con esas personas en la misma habitación, y además, la reunión tiende a durar menos. El cambio es enorme… pero la gran mayoría de las personas con las que me reúno, con algunas honrosas excepciones, siguen teniendo el patético aspecto de quien carece de ambición en ese sentido. Su forma de reunirse no ha cambiado nada desde el principio de la pandemia.

Hay personas de compañías innovadoras que, simplemente, no conocen físicamente a sus compañeros o a su jefe. Y no pasa nada. Na-da. Trabajan perfectamente desde donde quieren, son más felices, tienen reuniones perfectamente productivas e innovan. Yo mismo trabajo con varias personas a las que nunca he visto en persona, y sin embargo tengo una relación profesional perfectamente completa con ellas, siento que las conozco, hablamos en muchas ocasiones de temas que no son estrictamente de trabajo, nos contamos chistes, nos reímos, nos relajamos y nos sentimos a gusto trabajando. Pensar que eso es imposible es, simplemente, falta de ambición. Mitificar el contacto físico solo refleja una cosa: que algunos pobres jefecillos sienten que cuando los trabajadores no están en el mismo lugar físico que ellos, no los pueden controlar.

¿Quieres innovar? Enseña a las personas a trabajar cómodamente desde donde quieran. Abandona la cultura de control y sustitúyela por una basada en la confianza. La innovación requiere eso, confianza, diversidad de experiencias y visiones, y se enriquece con las herramientas y las actitudes adecuadas. Si no sabes hacerlo o no lo entiendes, deja paso a alguien que lo haga, porque tu insistencia en la vuelta a la oficina a trabajar como antes va a provocar a tu compañía mucho más mal que bien. Pronto, serás una «compañía del pasado», que cada vez menos personas cualificadas encontrarán atractiva para trabajar. Y de algo así, del empobrecimiento progresivo que supone quedarse solo con los trabajadores que se conforman y no tienen la ambición de hacer mejor las cosas, no puede salir nada bueno.

Hemos tenido dos años para aprender, pero muchos directivos no han sabido hacerlo. Peor para ellos. A medida que maduren las generaciones más jóvenes, que entienden el trabajo de otra manera, se convertirán en dinosaurios – si es que no lo son ya – y se extinguirán. Y en muchos casos, sus compañías con ellos.


This article is also available in English on my Medium page, «Distributed work, myths about innovation and a lack of ambition«



Artículo de Enrique Dans .

Publicado con licencia Creative Commons 3.0 España


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