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Escrito en el blog de: Antonio F. Rodríguez
Título: Felices pesadillas Autores: Varios autores
Páginas: 982 pág.
Editorial: Valdemar
Precio: 19,50 euros
Año de edición: 2009 Los
aficionados a la literatura fantástica tenemos una deuda impagable con la
editorial madrileña Valdemar. Gracias a
sus desvelos, contamos a precios razonables con impecables traducciones y
ediciones de los clásicos, los menos clásicos y los completamente desconocidos.
La de Valdemar es una oferta que no se
puede rechazar. De vez en cuando, la editorial recupera en estupendas
antologías los mejores cuentos publicados a lo largo de los años. Cuentos que
los incondicionales seguramente ya han leído. Pero, por esa misma razón, no les
importará leerlos una vez más. Hay que disfrutar pasándolo mal. El miedo,
impreso en pequeñas dosis, es una droga que engancha y no suelta. La única
droga buena para el espíritu. Asusta, pero no hace daño.
«Felices
Pesadillas» (2009) recopila un buen puñado de relatos publicados por la casa
entre 1987 y 2003. Es un gran volumen de casi mil páginas que se lee
divinamente. Los relatos se pueden degustar en fila india o picoteando aquí y
allá. En unos pocos días las felices pesadillas se acabarán y el lector quedará
con ganas de más.
Los autores
están no necesitan presentación. Por este volumen pululan
E.T.A. Hoffmann, Poe, Gautier, Bram Stoker, Ambrose Bierce, Conan Doyle,
Stevenson, Richard Matheson, Lovecraft, Machen, Robert E. Howard, Kipling y
Wells. Desde el
romanticismo gótico hasta los creadores del cuento moderno de horror, pasando
por el señor
Valdemar, la muerta enamorada o la araña de tamaño familiar de la
imprescindible pareja Erckmann-Chatrian. Los seres de estas pesadillas son
encantadores: vampiros, fantasmas, zombis, locos, niños malévolos, científicos
excéntricos, supersticiones, maldiciones y corrupciones mil. El último cuento
del libro, el excelente «Mater tenebrarum» (título digno de Darío Argento), de la española Pilar
Pedraza, es un horripilante homenaje a las criaturas de la oscuridad,
además de un brillante relato macabro e intemporal. Un verdadero broche de oro
para una antología apasionante.
Algunos
cuentos son clásicos, por lo que resulta ocioso comentarlos de nuevo. Hay que
releerlos y disfrutar de sus inagotables sugestiones, no siempre macabras. El
buen cuento de terror debe dar miedo, pero no solamente miedo. Miedo también lo
puede dar aquello que ni remotamente tiene relación con el arte. El cuento de
terror es un arte bien difícil, ya que siempre está al borde del ridículo. Si
el señor
Valdemar causa escalofríos no es por su conversión en una masa putrefacta
sino porque durante meses su espíritu vagó en una región hipnótica entre la vida
y la muerte.
El terror es
el terror a lo desconocido. Dentro y fuera del hombre. La imaginería repulsiva
y/o macabra puede dar asco o risa, según los gustos, pero el verdadero horror
brota del vínculo entre el tormento interior y la tormenta exterior. Cuando los
maestros modernos conectan lo subjetivo y lo objetivo en el cuento de horror
contemporáneo aparece el miedo existencial. El horror a perder el control. La
amenaza de disolución de la personalidad en la locura o la nada. La
pequeñez del hombre dentro de una naturaleza indiferente u hostil. No
somos nadie. En esto estaban de acuerdo tanto Lovecraft como Kafka (presente
con un breve relato). dicía George A. Romero que la moda zombi se explica
porque los norteamericanos empezaron a tener miedo de ellos mismos
a partir de los años 60. El hombre es un lobo para el hombre. Está repleto
de malas pasiones. Adiós a las ilusiones. Hecha está pequeña digresión, pasamos
a ocuparnos de algunos cuentos.
Dos de
ellos, relativamente poco conocidos, son obras maestras del humor negro más
delirante. «El clan de los parricidas», de Ambrose Bierce, es un
conjunto de breves historias de una violencia surrealista inusitada, antes de
que se inventara el surrealismo. La muerte de los seres queridos en sus formas
más grotescas es el hilo conductor del relato. Lo terrible es que causa la risa
del lector, al igual que los «Crímenes ejemplares» de Max Aub, con los que comparte
un mismo espíritu nihilista. El absurdo es terrorífico. También puede resultar
humorístico, al romper con toda norma, provocando inevitablemente la carcajada.
De un tipo de la reputación de Ambrose Bierce se
pueden esperar cosas así. El seráfico Bram Stoker nos deja de
piedra con «Los dualistas», cuento ejemplar de una crueldad extrema, que
incluye infanticidio por partida doble y mascotas torturadas. Todo con un tono
jocoso e ingenuo sencillamente atroz. Al lado de esta pesadilla, Drácula nos
parece una criatura presentable y tranquilizadora.
Por no
alargar la reseña, los relatos incluyen, entre otros espantos, un pozo corrupto
en la India habitado por muertos vivientes, una cueva en un remoto desierto en
donde sobreviven los supervivientes de una raza maligna y que se creía
extinguida, una vampira psíquica que liquida a sus sucesivos maridos, un mar
cubierto de niebla por el que se acerca lentamente una barca cuyo piloto, por
suerte, no se distingue bien, cierto señor excéntrico que cree en una
conspiración de grillos (así como suena), una muerta enamorada y guapetona que
visita insinuante la habitación del vivo (un soso), un bicho feo, malo y grande
como una nevera que vive en una cueva encima de un manantial alemán y, como
remate, una torre en el sur de Italia desde la que se divisa una tumba con una
historia escalofriante y melodramática. Vayan haciéndose cruces en la
boca.
Libro, en mi
opinión, más que recomendable, imprescindible.
Publicado por Alberto.
Artículo escrito en el blog de Antonio F. Rodríguez (Blog: La antigua Biblos) . Este artículo está bajo una licencia de Creative Commons Attribution 3.0 Unported.
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