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El nombre de Fugaku tiene unas connotaciones culturales fuertes. Es la forma poética de llamar al monte Fuji, el volcán nevado, uno de los símbolos de Japón. No era para menos teniendo en cuenta el logro de este superordenador. Ha conseguido colarse en la carrera entre Estados Unidos y China, que se disputan las primeras posiciones del ranking TOP500 desde hace años.

Fugaku tiene el mérito, además, de ser una máquina 2,8 veces más potente que la anterior número uno, Summit. Esta, fabricada por IBM y emplazada en el Oak Ridge National Laboratory de Tennessee, alcanza los 148 petaflops. En comparación, el superordenador japonés llega hasta los 415 petaflops. Un petaflop equivale a 1.000 billones de operaciones de coma flotante por segundo.

La máquina nipona se ha puesto en marcha con el fin de luchar contra el coronavirus. Por supuesto, no era la idea inicial del proyecto, que lleva seis años en proceso. Pero ante las circunstancias actuales, la potencia del sistema ya se usa para buscar tratamientos adecuados. El trabajo tiene lugar mediante simulaciones. Entre cientos e incluso miles de fármacos, el ordenador trata de identificar los más aptos para combatir la enfermedad.

No solo en este plano se pretende utilizar a Fugaku. También trabajará en el plano de la investigación para saber más sobre el virus y sobre cómo se difunde la infección. Otro de los puntos que cubrirá será la predicción sobre las consecuencias económicas de la pandemia.

Las tripas de Fugaku

El superordenador japonés está compuesto de más de 150.000 CPUs A64FX. Se trata de un diseño específico de Fujitsu basado en la arquitectura ARM. Cada uno de los procesadores tiene 48 núcleos a 2,2 GHz, lo que hace un total de 7,3 millones de núcleos.

El empleo de la arquitectura ARM en el superordenador es interesante. Es la primera vez que una máquina con esta arquitectura alcanza el número uno del ranking TOP500. Al igual que se puede decir que el dominio en superordenadores corresponde claramente a Estados Unidos y a China, que también ha encadenado varias primeras posiciones en los últimos años, en materia de semiconductores existe un claro dominio de Intel, especialmente de la arquitectura x86.

No es el único rasgo interesante de esta supercomputadora. También cabe destacar que la memoria está integrada en la CPU. No existe una ranura, como es habitual para insertar la RAM. Esto hace que la información se mueva mucho más rápido, de hecho, que tenga que moverse menos. Y es un logro porque una gran parte de la energía de estas máquinas se emplea en mover los datos de un sitio a otro del sistema, en lugar de para procesarlos.