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13 mar
2023

La captura de dióxido de carbono y su problema existencial

Enviado por sociedadinformacion . Etiquetas: Sin clasificar

Escrito por: Enrique Dans.

IMAGE: Climeworks

En septiembre de 2021, una compañía, Climeworks, inauguró en Islandia su primera gran planta de captura de dióxido de carbono atmosférico, la mayor del mundo. La idea es exactamente la que te imaginas: enormes ventiladores que hacen pasar aire por una serie de filtros y extraen dióxido de carbono, para posteriormente inyectarlo en suelos basálticos porosos para su captura permanente. La idea de extraer del aire el dióxido de carbono que supone la mayor parte del problema que genera la emergencia climática parecería interesante, si no fuera porque, a pesar de ser efectivamente la raíz del problema, la concentración de dióxido de carbono de la que hablamos está únicamente en torno al 0.04%, lo que supone que su extracción es tremendamente ineficiente.

Para Climeworks, procesar el aire suficiente como para extraer una tonelada de dióxido de carbono supone un coste aproximado de entre $600 y $800. La cuestión es que, dado el sistema de precios de los créditos de emisiones, hay una gran cantidad de compañías e instituciones que demandan esos créditos para alcanzar la neutralidad en sus emisiones (sigo emitiendo, pero compro créditos para compensarlo), y están dispuestos a pagar cantidades en torno a los $1,200, lo que permite a Climeworks mantener un negocio rentable.

En la misma línea, aparece ahora Project Greensand: un desarrollo danés que utiliza un yacimiento petrolífero agotado en el mar del Norte para inyectar en él dióxido de carbono obtenido en otros paises como Bélgica mediante la captura en industrias que, de otra manera, lo estarían expulsando a la atmósfera.

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El proyecto tiene como objetivo almacenar de forma segura y permanente hasta ocho millones de toneladas de CO2 cada año en 2030, lo que sería el equivalente al 40 % del objetivo de reducción de emisiones de Dinamarca y más del 10 % de las emisiones anuales del país, y sería un elemento fundamental a la hora de posibilitar que el país nórdico alcanzase la neutralidad en carbono que le permitiría cumplir con los Acuerdos de París.

De nuevo, la ecuación es parecida: la propia actividad industrial necesaria para capturar y secuestrar permanentemente el dióxido de carbono genera aproximadamente el 21% de lo secuestrado, pero la actividad se puede hacer rentable gracias a lo que pagan terceros, bien gobiernos o compañías, por seguir emitiendo. Es la idea que subyace tras los mercados de emisiones: tratar de convertirlas en un producto con un precio específico y de que funcione para su reducción la economía de mercado, que ha probado ser el mecanismo mas eficiente diseñado por el hombre.

En otros casos se habla de utilizar el mar: dado su tamaño, capturar dióxido de carbono atmosférico, convertirlo en bicarbonato sódico y verterlo en el mar en concentraciones razonablemente bajas es algo que podría resultar relativamente inocuo, y que ofrecería una forma más barata para deshacerse del dióxido de carbono.

En todos los casos hablamos de lo mismo: una actividad, la de captura del dióxido de carbono atmosférico, que está previsto que crezca más de diez veces de aquí al 2030, pero que no evita las emisiones, sino que simplemente las compensa. Eso supone un riesgo muy importante: que en lugar de que muchos países, industrias y compañías se planteen reducir su huella de carbono, simplemente se dediquen a compensarla mediante este tipo de procesos.

Que la huella de carbono puede reducirse fuertemente mediante las inversiones adecuadas y la transición hacia energías renovables es algo que hemos demostrado ya. De hecho, la transición a las energías renovables compensa de por sí buena parte del incremento en emisiones que hemos experimentado tras el fin de la pandemia. Dedicarnos a capturar el dióxido de carbono atmosférico es algo que muy posiblemente tendremos que plantearnos hacer en cualquier caso para tratar de evitar el incremento de su concentración: el problema está en utilizar la disponibilidad de esa tecnología como excusa para poder seguir emitiendo dióxido de carbono a la atmósfera. Sin duda, una opción peligrosa para tratar de alcanzar la llamada neutralidad de emisiones, sobre todo si tenemos en cuenta que esas emisiones no solo se deben a la actividad industrial, sino también a cuestiones como los incendios forestales, cada vez más frecuentes e intensos debido a la propia deriva climática.

¿Qué parte de los mercados de emisiones debe considerarse positiva y eficiente de cara a su reducción, y qué parte es simplemente una forma de engañarnos a nosotros mismos pretendiendo ser «neutrales en carbono» cuando, en realidad, seguimos emitiéndolo en grandes cantidades. Esa es, sin duda, la pregunta existencial.



Artículo de Enrique Dans .

Publicado con licencia Creative Commons 3.0 España


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