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22 nov
2015

La contaminación como problema social

Enviado por ecologia . Etiquetas: sociedad, motor, medio_ambiente, ecología

IMAGE: Bogdan Mihai - 123RFFascinante pregunta planteada por Venture Beat: ¿cuántos años faltan para que empecemos a ver los tubos de escape de nuestros automóviles como algo moralmente inaceptable?

Tal vez pueda ser un caso aislado, pero confieso que cuando veo un vehículo circulando como el de la fotografía que ilustra la entrada, con algún problema en su sistema de combustión que le lleva a elevar anormalmente su nivel de emisiones, mi pensamiento inmediato es que hay que hacer algo de manera inmediata, sea denunciarlo, inmovilizarlo o detenerlo por atentado al medio ambiente. Recientemente, tras el escándalo Volkswagen, he empezado a tener la misma sensación cuando veo un vehículo diesel de la marca: plantearme cómo diablos puede ser que ese vehículo siga un día más circulando, cuando sabemos ya a ciencia cierta que emite una auténtica barbaridad  de óxidos de nitrógeno, hasta cuarenta veces por encima del límite legal permitido, mientras una serie de irresponsables intentan disculparlo y tratan de hablar de “guerra comercial” y de responsabilizar a otras marcas.

Escándalos como el de Volkswagen están ayudando involuntariamente al desarrollo de una incipiente cultura medioambiental. Sí, a todos nos gusta afirmar que nos preocupamos del medio ambiente, pero la gran verdad es que la circulación de vehículos diesel, y muchos de gasolina, debería ser prohibida con efecto inmediato. Los vehículos no son el único componente de la contaminación, pero sin duda, sí uno de los más importantes. Así de grave es el problema actual. Obviamente, prohibir la circulación de esos vehículos en un entorno como el actual, en el que las alternativas que proporciona la tecnología del vehículo eléctrico adolecen o bien de un muy bajo rendimiento, o bien de un precio excesivo, o bien de ambas cosas, resultaría imposible: obligar a los usuarios de esos vehículos a hacer frente a una pérdida económica simplemente porque hace un cierto tiempo tomaron una decisión de compra de un bien durable equivocada, o porque decidieron optar por la que parecía la opción más razonable dada la información que tenían resulta completamente imposible de plantear. Pero lo cierto es que entrar cada mañana en una gran ciudad, rodeado de vehículos emitiendo basura a la atmósfera mientras vemos asomarse la silueta de los edificios cubiertos por una siniestra boina gris oscura de contaminación que nos vamos a pasar el día entero filtrando en nuestros pulmones resulta cada día más preocupante.

La posibilidad de prohibir la fabricación o la circulación de vehículos propulsados por combustibles fósiles es, a día de hoy, una completa utopía. Pero cualquiera capaz de hacer dos simples cálculos medioambientales sabe de lo que estamos hablando: de una situación completamente insostenible, que reclamaría de medidas urgentes que permitiesen, en un tiempo récord, sustituir esos vehículos. ¿De qué parámetros económicos estaríamos hablando si se prohibiese con efecto inmediato la fabricación de más vehículos propulsados por combustibles fósiles, y se obligase a las marcas a comercializar vehículos eléctricos si quieren seguir en el mercado? ¿Y si se acompañase de las correspondientes medidas destinadas a desincentivar la circulación de esos vehículos a sus propietarios, al tiempo que se incentiva su sustitución? ¿Qué ocurriría, desde el punto de vista competitivo, si el mercado eléctrico se desarrollase de manera obligatoria, si las marcas fuesen forzadas a producir esos vehículos y a competir para conseguir las mejores alternativas?

Por el momento, vivimos una situación absurda: las ventas de vehículos eléctricos son meramente testimoniales, las opciones no resultan en absoluto competitivas ni en sus precios, ni en sus prestaciones, ni en su rango de autonomía. La estrategia de Tesla, pionera absoluta en la tecnología del vehículo eléctrico, ejemplifica claramente la situación: vehículos de altísima gama destinados a financiar la evolución hacia segmentos con precios más accesibles. Alternativas como la recientemente presentada en Madrid por Car2go, empresa del grupo Daimler, plantean alternativas con un peso aún escaso, al tiempo que acercan el vehículo eléctrico a más consumidores potenciales que se enamoran del reprise de unos vehículos que entregan la totalidad del par motor cada vez que se pisa el acelerador. Sin embargo, a este ritmo, la idea de una solución real al problema de la contaminación está aún muy lejana.

¿Cuánto queda para que se desarrolle una verdadera presión social en contra de los vehículos propulsados por combustibles fósiles? La madurez de la tecnología destinada a sustituirlos es evidente en cuanto a prestaciones, pero está aún muy lejos en otros factores igualmente importantes, y la apertura de las tecnologías del que es en estos momentos el líder absoluto del mercado no parecen estar siendo suficiente estímulo como para que otras marcas de la industria empiecen a presentar productos con un nivel de competitividad razonable, que posibiliten una verdadera presión competitiva en este mercado. Cierto es que hablamos de una industria con un ciclo de maduración de productos generalmente largo: el tiempo que pasa desde que un vehículo empieza a diseñarse hasta que es puesto en el mercado se mide en años, no en meses, lo que implica que aún tengamos que esperar un tiempo hasta que el vehículo eléctrico sea una realidad razonable al alcance de cualquiera. Por otro lado, alternativas como el car-sharing, el car-pooling, las apps, el ride-sharing, etc. intentan que la evolución no sea siquiera hacia la posesión de vehículos eléctricos, sino hacia el desarrollo de un futuro en el que los automóviles no son un producto que los usuarios poseen, sino un servicio al que acceden.

La pregunta inicial, en cualquier caso, sigue siendo interesante: ¿en cuánto tiempo se desarrollará una presión social negativa sobre los vehículos de combustibles fósiles? ¿Nos vemos renunciando o etiquetando claramente como nociva una tecnología que hemos visto desarrollarse – y avanzar considerablemente – durante varias generaciones? ¿Han provocado escándalos recientes como el de Volkswagen un cambio en esa situación?

 
Artículo de Enrique Dans .

Publicado con licencia Creative Commons 3.0 España .



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