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12 ene
2024

La industria de los contenidos está esperando al nuevo Napster

Enviado por sociedadinformacion . Etiquetas: Sin clasificar

Escrito por: Enrique Dans.

IMAGE: Reddit MKD on X

Un recomendable articulo de Mike Masnick, «Piracy is surging again because streaming execs ignored the lessons of the past«, pone de manifiesto el agotamiento del modelo de distribución de contenidos en streaming debido a la proliferación de plataformas que pretenden demandar un pago por suscripción al usuario, algo que ya se había comentado anteriormente en otros artículos, que hemos visto en el caso de numerosos estrenos mal planteados y que hasta el mismísimo Elon Musk ha comentado ocasionalmente.

Es algo bien sabido y comprobado a través de numerosos estudios: lo que disuade las descargas irregulares de contenidos no es su persecución, que nunca ha servido para absolutamente nada, sino el planteamiento de servicios legales de buena calidad a un precio razonable. Pero a lo largo del tiempo, mientras la industria de la música ha mantenido de manera razonable este principio y, por tanto, puede optarse por distintas plataformas pero mantener el acceso a la práctica totalidad del catálogo más habitualmente demandado, la industria de los contenidos audiovisuales ha pervertido completamente el modelo, y ha generado una situación imposible de gestionar por los usuarios. Básicamente, a mayor número de plataformas, mayor probabilidad de que los usuarios opten por buscarse alternativas.

Según una industria plagada de incompetentes muy bien pagados y tendente al más radical isomorfismo, lo que un usuario debe hacer si quiere mantener un patrón de consumo razonable es darse de alta en todas las plataformas e invertir una cantidad astronómica para la mayoría de los presupuestos familiares, porque después de todo, «se trata de artículos de consumo opcional». Sí, son de consumo opcional, pero si son apetecibles y generan una demanda que una sociedad hiperconectada se encarga de alimentar y magnificar, mientras las plataformas se dedican, presas de la codicia, a subir sus precios, a introducir publicidad, o todo a la vez, incrementando más aún la frustración de sus usuarios.

Esta es la situación:: la industria de los contenidos se dedica, fundamentalmente, a generar frustración en sus usuarios y a esperar a que llegue un momento en el que, hartos de encontrarse con limitaciones o con exigencias absurdas cuando se ven en agregado, se dediquen a buscar alternativas. El punto de inflexión es distinto para cada usuario, pero siempre está ahí. Siempre hay un contenido que te apetezca lo suficiente como para probar una nueva forma de obtenerlo, pero que te parece que no justifica añadir una suscripción más a tus gastos mensuales. Y entonces vendrán, una vez más, los lloriqueos y las peticiones de medidas extraordinarias que intenten impedir determinados comportamientos, aunque sea implantando un estado de excepción. Realmente, no han aprendido nada.

¿Como debería ser una alternativa para el consumo de contenidos adaptada a la web de hoy? Para entender esto, es importante entender lo que pasó a finales de los ’90. La primera alternativa que desencadenó la tormenta, la Napster de Shawn Fanning, era realmente lo que era: un signo de la desesperación de un usuario con ciertas capacidades técnicas, que quería conseguir música y no tenía una alternativa razonable para ello. ¿Qué hizo? Construir un sistema para que los usuarios la pudieran compartir. Cayó simplemente porque no era «completamente descentralizada», pero podría haberlo sido.

A partir de ahí, y tras una breve etapa de protocolos P2P puros, la mayoría de sus competidores se dedicaron a construir páginas a las que los usuarios acudían para encontrar los contenidos que deseaban, en las que ganar dinero poniendo publicidad – y qué publicidad, de lo peor de la web. Básicamente, trataban de convertirse en motores de búsqueda para contenidos distribuidos, o en servicios de streaming, para hacer así más fácil la vida de los usuarios que los buscaban, a cambio de esquemas de monetización más o menos groseros. La mayor parte de los usuarios fueron abandonando los esquemas P2P puros, y pasaron a obtener sus contenidos en las llamadas páginas de enlaces.

Sin embargo, el tiempo demostró que sustituir a una panda de compañías audiovisuales, que podrán ser muchas cosas pero, después de todo, generaban los contenidos que distribuían y compartían al menos una parte (escasa y posiblemente injusta, pero existente) de los ingresos con los autores, por otra panda de intermediarios con posiblemente menos estándares éticos, con más prisas por ganar dinero y que, además, no generaban ningún contenido propio era, en sí, una idea muy fácilmente atacable y éticamente criticable. dicididamente, no parece la mejor de las recetas. Así, en cuando aparecieron plataformas como Netflix o Spotify con sus propuestas de «paga una suscripción y olvídate de los problemas», triunfaron.

Pero en la web de hoy, construir un servicio de intercambio de contenidos que sea genuinamente P2P, completamente distribuido y con tráfico completamente cifrado de extremo a extremo no es tan complejo, y puede, dados los anchos de banda predominantes actualmente, entregar un rendimiento más que aceptable. Supone una propuesta mucho más difícil de perseguir sin entrar en dinámicas invasivas difícilmente justificables, no enriquece a intermediarios con pocos escrúpulos, y puede plantearse simplemente como una cuestión de sentido común: ¿de verdad pretende la industria que pague diez suscripciones mensuales o más para terminar viendo (el día tiene veinticuatro horas) una o dos cosas en cada una?

Tal y como están las cosas, las circunstancias solo demuestran que la industria de los contenidos ha olvidado su historia, a pesar de que era enormemente reciente. Y quien olvida su historia, ya se sabe: está condenado a repetirla.



Artículo de Enrique Dans .

Publicado con licencia Creative Commons 3.0 España


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