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26 abr
2018

No se dialoga con criminales

Enviado por politica . Etiquetas: Sin clasificar

Escrito por: Pablo Otero
Advierte el mocito que ocupa el trono de Francia de que las viejas amenazas que asolaron el continente están de regreso con nuevos ropajes. Macron dice que estas amenazas —explícitamente nacionalismo, identitarismo y proteccionismo; todas ellas cabezas de la misma hidra— en tanto que comunes merecen una respuesta común.

Cementerio canadiense del Somme.
Es curioso cómo el objetivo de la construcción política europea varió completamente su rumbo. Los primeros pasos que se establecen en Europa para la creación de un espacio político interdependiente respondían a evitar esa intermitente guerra civil en la que estamos desde Lutero (al menos esto según la historia oficial) pero hoy la amenaza no procede de las naciones ordenadas en las que se divide el continente sino de fuerzas menores en forma de partidas o bandas con el objetivo de fragmentar lo que está unido: así tenemos por ejemplo a los que quieren compartimentalizar la sociedad política en función de criterios arbitrarios, los que quieren desunir lo que cada vez está más unido y los que quieren dar la espalda al mundo, voltear la cabeza y quedarse extasiados ante la eterna contemplación de su ombligo.

El miedo que despierta estas amenazas podría ser útil a la hora de obtener ciertas victorias políticas. Quién sabe si a alguno se le ocurre proponer la expulsión del crimen de nuestro cuerpo de leyes. Personalmente no creo que se llegue hasta tal punto: la defensa del crimen de estado es algo pre-político en Europa y un comodín discreto al que se agarran todos los actores.

Maquiavelo.
¿A qué crimen inserto pre-políticamente en la ley me estoy refiriendo? A lo que conocemos como razón de estado. La razón de estado no es una excusa para el tirano, pues no la necesita, sino para el que no es tirano. En el proceso de construcción europea los actores son estados formales que tienen en común compartir un espacio físico pero también un espacio de ideas y la idea que nos debería de preocupar es precisamente aquella de la que nadie habla, en este caso, la razón de estado.

¿Qué prevenciones podemos establecer para la salvaguardia de nuestra felicidad futura? ¿Cómo asegurarnos de que al final de este proceso europeísta no nos encontraremos con el mismo reverso tenebroso del estado multiplicado por cien? No recibo pistas sobre este asunto y por lo tanto estoy obligado a adoptar una preventiva postura escéptica sobre la disolución nacional en el continente.

¿Qué queréis que os diga? Si tengo problemas para confiar en mi concejal, ¿cómo no tenerlos para confiar en un delegado continental autocéfalo? De aquí que realmente la construcción europea no se puede lograr por mera agregación de partes. Si no extirpamos antes los tumefactos retazos oscuros entonces construiremos un cuerpo enfermo. Y los cuerpos enfermos no duran o no son capaces de rendir plenamente.

Acercando el zoom

Expuesto que el problema va más allá de nuestras fronteras y que forma parte de un debate mucho mayor (y sin duda se trata de un debate que excede mi capacidad: yo solamente rasco la superficie), voy a tratar de afinar la puntería.

¿Cómo no va a haber razón de estado y por lo tanto crimen de estado cuando consentimos y hasta aplaudimos esta razón de estado si nos conviene? El estado no es un satélite geosincrónico que nos observa a miles de kilómetros. El estado se compone por gente con intereses y agenda y que lo usa como camuflaje y motor para cumplir esos intereses. Esta aproximación parece infantil y desmedida porque suena a anarquista sin embargo mi punto es justamente el opuesto: esta desconfianza que debemos tener hacia el estado no se desmadeja alejándonos de él sino precisamente haciendo lo contrario: estableciendo robustas prevenciones, complejos aparatos de vigilancia, arquitecturas jurídicas que hagan fluir la información por el sistema. En definitiva, menos oclocracia y democracia y más república y constitución.

Os preguntaréis: ¿cómo es posible que criticando los vicios inherentes a la actividad discreta de una élite que patrimonializa el estado acabe criticando a las masas alegres que pueblan las calles? Buena pregunta.

Toda actividad discreta y criminal del estado no puede llevarse a cabo sin el concurso de la alegre masa. Os recuerdo que no hablo de tiranía (esto no tiene nada que ver con la tiranía), hablo de un estado (tampoco necesariamente hablo de un estado como tal) en principio constreñido por leyes.

¿Cómo van a transformarse los cónsules de la república en purrela criminal si no es con el concurso de los rebañacucharas que les jalean? Y aquí aparece un problema fundamental: si la escoria criminal es llevada a hombros por las plazas, el instinto hará pensar al blando que esa escoria se merece un trato privilegiado. "Algo habrá que hacer para contentar a la masa" dice el acomodaticio. "Lo mejor es llegar a un acuerdo", esgrime el inconsistente. "¿Qué tiene de malo ceder un poquito?", se pregunta el flojo.


Al escuchar a los endebles logramos dos cosas: que el crimen compense y que el comportamiento criminal se refuerce por justificación. Ojo, no hablo de un capo de la droga defendido por su aldea, estoy hablando de magistrados. Al formar parte de la estructura del estado el crimen nos afecta a todos, nos degenera a todos, sus consecuencias lo impregnarán todo. De ahí que hablemos de crímenes que en realidad lo son por partida doble: por crimen y por felonía.

Yo entiendo que el apacible de natural quiera evitar el conflicto. Creo que la ausencia de conflicto es superior a su presencia. Pero aquí no se trata de que dándole alas al criminal vaya a desaparecer el conflicto, es más, ni siquiera se trata de que lo primero sea hacer desaparecer el conflicto. De lo que se trata es de si queremos colaborar en un crimen o no. De lo que se trata es de si la ley puede ser defendida o no. De lo que se trata es de si podemos convenir en normas de convivencia que nos eviten acudir a la fuerza arbitraria.

Si elegimos la fuerza arbitraria sobre la ley entonces la sociedad política se disuelve, las redes de seguridad desaparecen, el aplomo y la contención dejan de existir y todos acabamos en manos de cuatros tipos con pistolas metidos en un todoterreno (esa imagen nos parece muy loca pero así vive la mitad del planeta y os recuerdo que no hay dioses que nos guarden de esto).




Artículo escrito en el blog Vigilia pretium libertatis , bajo licencia Creative Commons 3.0.

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