Lo reconozco, me aburro bastante rápido sino me cuentan algo interesante o me hacen pensar. A las primeras de cambio que alguien me cuenta alguna historia aburrida enseguida desconecto y empiezo a pensar en cualquier otra cosa que considere interesante en ese momento. Por suerte para mí hay cientos de temas que considero interesantes, pero a su vez, esta facilidad mía para asentarme mentalmente me provoca unas graves dificultades sociales.

Este mal que me aqueja se convierte en algo endémico cuando me toca ir a alguna presentación o seminario, la mitad de las veces tengo que realizar verdaderos esfuerzos por intentar no dormirme y me paso el tiempo disimulando con el ordenador como si tomara notas, cuando en realidad estoy revisando un excel o escribiendo un post, y si tengo wifi, ya ni te cuento.

Porque vamos a ser sinceros, en mi pequeña experiencia nueve de cada diez presentaciones son un tostón que no lo soportaría ni los padres del perpetrador. Historias aburridas, nada interesante, leyendo la diapositiva -nene, que yo ya se leer y no hace falta que me lo repitas, tono nasal, y francamente, información que no es útil para prácticamente nadie. Y este es el drama que tenemos en estos ámbitos, rollos insufribles que aguantamos para luego socializar como dios manda en el coffe-break.

Comprendo que leer una presentación es más facil que saberse de memoria y tener claro los conceptos. Lo primero solo necesita que en vez de mirar al público mires al monitor y recites, lo segundo te obliga a mirar la cara de desdén de la gente e intentar hacer algo para remediarlo. Esto último es posible si sabes improvisar, sabes ganarte al público, y esto ocurre cuando realmente estás muy preparado.

No os engañéis, la gente que consigue dar una presentación de esas que sales sonriendo o pensando o con algo nuevo para reflexionar, son personas que se han preparado mucho más la sesión que todos sus colegas que simplemente han leído.

Película[1]