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25 feb
2023

Telecomunicaciones, infraestructuras. . . y falsos dilemas

Enviado por sociedadinformacion . Etiquetas: Sin clasificar

Escrito por: Enrique Dans.

IMAGE: Denny Muller - Unsplash

Lo avisé hace ya algunos meses: las empresas de telecomunicaciones europeas pretenden obligar a las compañías tecnológicas que consideran responsables del consumo de ancho de banda a pagar por la infraestructura que esas mismas compañías de telecomunicaciones explotan y por cuyo uso cobran a los usuarios.

Ahora, la Unión Europea lanza una consulta precisamente con esa idea, es decir, preparan el terreno para tomar una decisión que no solamente no tiene ningún sentido, sino que además, pretende disfrazarse con una serie de discusiones completamente falsas y absurdas sobre el tema. ¿Quién lanza y defiende la consulta? El Comisario Europeo de Mercado Interior y Servicios, Thierry Breton… que casualmente fue Presidente y Director Ejecutivo de France Telecom entre 2002 y 2005, y que actualmente sigue vinculado a la compañía como presidente honorario. A eso es a lo que en Europa se le debe llamar «un observador imparcial». Simplemente impresionante: quien propone la consulta, hace mucho, muchísimo, que tiene su decisión completamente tomada, lo que convierte la consulta es simplemente inútil o, como mucho, en «simbólica».

La primera discusión absurda aquí es quién debe pagar por las infraestructuras, y la respuesta es inmediata: por las infraestructuras debe pagar aquel que las explota. El desarrollo de las infraestructuras de telecomunicaciones, que ha hecho ricas a las empresas que las explotan, se debe fundamentalmente al desarrollo de toda una enorme oferta de servicios vinculados a su uso. Las personas no usan internet porque las empresas de telecomunicaciones hayan construido unas infraestructuras, sino porque existen unos servicios desarrollados sobre ellas que las hacen atractivas. Esa, y no otra, es la razón por la que tú, y yo, y la inmensa mayoría de personas que nos rodean, pagamos por una conexión para nuestros dispositivos: que queremos tener acceso a unos servicios determinados. Las empresas de telecomunicaciones deben su suerte al hecho de que haya empresas tecnológicas que crean esos servicios, y no «perdonarles la vida» esgrimiendo el argumento de que «generan mucho consumo de ancho de banda». Si no fuera precisamente por eso, la demanda de sus redes sería minúscula, y reducida a mercados muy específicos.

¿Qué supone para las empresas de telecomunicaciones conseguir que Europa apruebe una ley tan sin sentido? Sencillamente, poder cobrar a ambos lados de la cadena de valor: a los usuarios por recibir unos contenidos, y a las compañías tecnológicas por crearlos. Suena genial, por supuesto… si no fuera porque no tiene ningún sentido. Ninguna industria funciona así, y pretender que las telecomunicaciones deben ser objeto de algún tipo de excepción en función de su supuesto valor estratégico o de sus perspectivas de futuro no es un argumento válido. No, perdona: dedícate a tu negocio, y déjate de argumentos traídos por los pelos sobre por qué tu industria debe ser tratada de manera diferente o excepcional. Por mucho que lo quieras creer, no eres el obligo del mundo.

La segunda discusión alude a cuestiones alentadas por algún tipo de nacionalismo: las compañías de telecomunicaciones son europeas y pretenden mantener una cierta reputación de «campeones nacionales», mientras que las compañías tecnológicas son, en muchos casos, norteamericanas, y en muy pocos casos europeas. Por tanto, según algún tipo de absurda lógica, lo que la Unión Europea debería hacer es «proteger a su industria» y defenderla de unas ambiciosas compañías cuya oferta de servicios consume mucho ancho de banda. De nuevo, mal: no solo porque es esa oferta de servicios la que genera la demanda inducida del producto de las empresas de telecomunicaciones, sino porque, además y más importantes, estamos hablando de cómo funciona la red en todo el mundo, desde sus inicios, y lo que ha conseguido diferenciarla de otros medios de comunicación: el hecho de que cualquiera puede verter contenidos en ella.

¿Qué ocurre si las empresas de telecomunicaciones triunfan en sus demandas y obligan a pagar a las compañías tecnológicas por usar mucho ancho de banda? Pues que en ningún caso podremos estar tranquilos pensando qué diablos es «mucho ancho de banda». Hoy son, según el lobby en cuestión, Alphabet (Google), Amazon, Apple, Meta (Facebook), Microsoft y Netflix. Pero ¿por qué mañana no van a ser otras? ¿Por qué no Spotify? ¿O una compañía local que dé un campanazo e invente un servicio que todos queremos usar? ¿Por qué deben soportar las empresas que tengan éxito en la red un peaje por parte de las empresas de telecomunicaciones? ¿Qué sentido tiene algo así, si no es perjudicar el emprendimiento y la ambición en el entorno de la red, a la red en su conjunto, y por supuesto, también a sus usuarios?

Obviamente, cualquier impuesto absurdo que las compañías de telecomunicaciones sean capaces de extraer de las empresas tecnológicas se va a reflejar en el tratamiento que esas empresas tecnológicas aplican a sus clientes, y va a encarecer todos los servicios derivados de ello. Las empresas tecnológicas, no lo olvidemos, son también compañías que aportan infraestructuras como, por ejemplo, las necesarias para el cloud computing, y en algunos casos, como el de SpaceX con Starlink, amenazan con competir con las compañías de telecomunicaciones en la oferta de servicios de conectividad. ¿A alguien se le pasa por la imaginación que las empresas que ofrecen servicios de cloud computing cobrasen un extra, más allá de sus cuotas de uso, a los clientes que generan más consumo de ancho de banda? No, se paga por el uso, y ya está, y plantear que además se pague un extra en concepto de «contribución a las infraestructuras» es simplemente demencial.

Cada compañía sabe cuántas infraestructuras debe construir para ser rentable, y cómo debe dimensionarlas para que su cuenta de resultados funcione. Lo que no vale es, cuando ya gano mucho dinero por cobrando a los que usan mis infraestructuras, venir a pedirle a otros que además, me paguen sus costes. Eso se llama double dipping, y aunque pueda resultar muy atractivo para el que lo pide si logra conseguirlo, no tiene ningún sentido económico.

Básicamente, lo que las empresas de telecomunicaciones pretenden es, como en muchas ocasiones anteriores: acabar con la neutralidad de la red y tratar de manera diferencial los bits de unos y de otros: «esos de ahí son muy grandes, generan mucho consumo de ancho de banda y ganan mucho dinero, así que quiero mi parte». No, perdona… tu parte ya te la llevas cuando cobras a los usuarios, no pretendas cobrar a ambos lados. Es su obsesión de toda la vida: «no queremos ser tuberías tontas», simples utilities por las que se paga en función de consumo, queremos participar de la fiesta. Pues las cosas son así: a quien pone la infraestructura, se le paga por el consumo que hace de ella, pero hasta ahí. Pretender señalar a otros y decir «y esos que además, paguen más» es el principio de algo que de ninguna manera puede terminar bien.

Los argumentos son claros: el double dipping no tiene sentido, no hay que «defender» a las empresas de telecomunicaciones de nadie que las esté atacando, no existe ningún «hecho diferencial» en Europa que justifique que se deba tratar a sus compañías de telecomunicaciones de forma diferente a como se las trata en América, en Asia, en África o en Oceanía, y no se puede legitimar que un grupo de compañías chantajeen a otras mediante un Comisario Europeo obviamente no neutral para conseguir unos privilegios determinados y mejorar su reparto de dividendos. Las reglas de la red están muy claras, llevan funcionando mucho tiempo, y no hay nada que «arreglar».

Y sin embargo, y a pesar de que todo debería estar muy claro… sabemos cómo va a terminar esto, ¿no? Pues eso, para que luego tengamos fe en nuestras instituciones.



Artículo de Enrique Dans .

Publicado con licencia Creative Commons 3.0 España


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