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14 oct
2015

Volkswagen y las actitudes equivocadas

Enviado por tecnologia . Etiquetas: medio_ambiente, empresa, economía

Volkswagen: Gas AutoEl escándalo Volkswagen evidencia muchas cosas. Por un lado, que no podemos permitirnos un sistema que incentiva y permite, sea por recurso a la ambición extrema o por dejación en el control, que se prioricen los beneficios empresariales por encima del bien común, más todavía si hablamos de cuestiones como la salud de todos o la del planeta en que vivimos. Parece muy idealista y maximalista, pero es lo que hay: una marcada hipocresía que hace que algunos, en un recurso a la desesperada, pretendan sacar balones fuera o disparar por elevación a la hora de justificar una barbaridad como la cometida por la compañía, y que obviamente va a tener  – debe tener, se mire desde donde se mire – muchísimas consecuencias.

¿Cómo calificar lo que supone que el líder mundial en la fabricación de vehículos anuncie la congelación de todas sus inversiones en proyectos considerados no esenciales a la espera de determinar el impacto económico del escándalo de sus motores diesel? ¿Que significa, en el momento de cambio tecnológico más importante y vertiginoso de la industria automovilística en toda su historia, que la marca líder lleve a cabo una congelación que, indudablemente, va a afectar a su capacidad de innovación? Sin duda, hablamos de un impacto enorme ya no solo derivado de las indemnizaciones, multas, acciones y correcciones que la empresa tenga que afrontar – se habla incluso de la posible sustitución de vehículos completos en algunos casos – sino también del lucro cesante de dejar de invertir en determinados proyectos (el concepto “esencial” frente a “no esencial” es clave aquí cuando hablamos de la supervivencia de la firma), además, obviamente, del tremendo impacto reputacional.

A la hora de evaluar, sin embargo, la crisis de Volkswagen, creo sin embargo que tendemos a pecar de ingenuos. En el fondo, ocurre algo parecido a lo que nos pasa con la política: resulta complejo reclamar honestidad a los gestores públicos cuando en la sociedad subyace una triste tendencia que afirma que muchos ciudadanos, puestos en el lugar de los políticos, harían básicamente lo mismo e incurrirían en la misma corrupción que ellos – si no más. Obviamente, no se trata de disculpar al político corrupto – nada más lejos de mi intención – pero sí de poner las cosas en contexto. Veamos cómo, en el caso Volkswagen, existen cuestiones similares.

  • “Es un caso de acoso, todas las marcas lo hacen, pero han ido a por ellos porque se trata de una guerra comercial”. No, no y no. Hay marcas que engañan en determinados aspectos de las pruebas de sus vehículos, pero un engaño sostenido a lo largo de muchos años, con clarísima premeditación, destinado a obtener una ventaja en costes y extendido a millones de vehículos en circulación es algo que, nos pongamos como nos pongamos, no tiene precedente alguno. Si aparece otro fabricante con similares prácticas, ya hablaremos. Pero defender a Volkswagen ante la supuesta hipótesis en modo alguno probada de que otros hacían lo mismo es algo completamente injustificable.
  • “Ahora revisarán mi vehículo y perderá prestaciones… ¿no puedo negarme?” ¿Perdón? Es decir, que te demuestran fehacientemente que estás envenenando a todo aquel con el que te cruzas… ¿pero tú prefieres seguir con tu vehículo como está porque así sales más rápido de los semáforos? ¿Has revisado tus prioridades en la vida?
  • “Too big to fail”. Preferimos mantener empleos y a personas en sus puestos aunque fabriquen basura que nos envenena a todos. La tesis mantenida, entre otros, por el gobierno español: “ya, Volkswagen hacía lo que hacía, pero esperamos que no se planteen de ninguna manera reducir sus inversiones en España”… ¿lo primero es lo primero? Aquí hay otro que necesita revisar sus prioridades.
  • “Los motores diesel duran más y son más eficientes”. Ya, claro, pero envenenan el planeta y nos generan complicaciones a todos los que vivimos en una ciudad, desde alergias hasta complicaciones respiratorias severas, o incluso cáncer. La gran verdad, el verdadero elefante en la habitación, es que deberíamos llevar a cabo un reset completo y prohibir determinadas tecnologías en función de su impacto medioambiental, pero media sociedad se escandaliza cuando afirmas algo así. La idea de que una tecnología como el motor diesel, o incluso el motor de explosión, ha llevado al planeta al límite de su aguante y que deberíamos estar planteándonos su retirada forzosa es algo que ni está ni se le espera. En realidad, una enorme cantidad de usuarios prefieren un motor que dure más y que les cueste menos rellenar el depósito, a costa claramente de envenenar el planeta y a sus habitantes. En el fondo, los grandes beneficiados aquí son el vehículo eléctrico y el ride-sharing, verdaderos determinantes de una futura reducción en las emisiones, y empresas como una Tesla cuya estrategia de poner en el mercado vehículos progresivamente más baratos reinvirtiendo en cada uno los beneficios obtenidos por el anterior parece ponerla “en el recto camino de la verdad”: en los Estados Unidos, el vehículo eléctrico es ya el auténtico símbolo de estatus, por encima del clásico deportivo de alta gama. Exactamente esa es la idea. Pero a la hora de encontrar presión social que la difunda, nadie da un paso adelante. Y si quieres entender de qué estamos hablando, léete esta maravillosamente irónica y bien escrita comparativa planteada en tono de relativo humor por una asociación de propietarios de vehículos Tesla en Suecia.
  • “Cuánta contaminación… pero sigo yendo en coche a todas partes”. Ni transporte público, ni ride-sharing, ni vehículo eléctrico porque es muy caro y me entra la range anxiety, ni nada de nada. Por discutir, discutimos hasta la ITV y la calificamos como una especie de “impuesto revolucionario”, aunque al menos sirva para detectar y corregir algunos casos de exceso de emisiones. Está claro: si llegamos a nuestro vehículo por la mañana y al encenderlo vemos una humareda negra, lo primero es que nos lleve al trabajo, y ya luego, si eso, lo llevaremos a arreglar, si no tenemos mucha prisa. La comodidad y el corto plazo por encima del largo plazo y de las cuestiones verdaderamente importantes.
  • “lo de Volkswagen no tiene nada que ver con el fracaso de la Responsabilidad Social Corporativa, porque es un caso aislado, en mi empresa somos maravillosos y algo así nunca ocurriría”. Ya, claro, en realidad no deberíamos crear leyes contra el asesinato, porque en mi casa somos muy buenos y nunca mataríamos a nadie. Lo que este caso evidencia es que en modo alguno se puede permitir que determinadas cuestiones caigan dentro del ámbito de la auto-regulación, y que es necesario que el alineamiento entre objetivos corporativos y RSC se lleve a cabo de una manera diferente. Si trabajas en RSC y a estas alturas no te estás planteando cómo introducir mejoras en un sistema que ha fallado como una escopeta de feria, deberías plantearte cambiar de ocupación. Por tu bien, y por el bien de todos.

Las medidas correctoras del caso Volkswagen deben ser completamente ejemplarizantes, llegar hasta sus últimas consecuencias, y no detenerse en nada que pueda suponer una reparación, aunque sea parcial, de los daños ocasionados, aunque tristemente sepamos que muchos de esos daños son imposibles de subsanar. Pero sobre todo, la crisis de Volkswagen debería servir para que nos replanteásemos muchas de nuestras prioridades como ciudadanos, como habitantes del planeta o simplemente, como seres racionales que, al menos supuestamente, somos.

 

 Artículo de Enrique Dans.
Publicado con licencia Creative Commons 3.0 España .



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