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18 ene
2024

Móviles y colegios: el problema de contradecir a la mayoría

Enviado por sociedadinformacion . Etiquetas: Sin clasificar

Escrito por: Enrique Dans.

IMAGE: Nature Addict - Pixabay

Mi columna de esta semana en Invertia se titula «Móviles, colegios… y la atrevida ignorancia» (pdf), y vuelve al tema de la prohibición de los smartphones en los centros educativos, a la luz de un estudio encargado por el propio medio a SocioMétrica que concluye que la medida genera una aprobación de nada menos que el 85% entre la población española.

Cuando una medida genera un acuerdo semejante, los que planteamos planes alternativos sabemos que caemos, de manera inmediata, en la más total impopularidad. El que el 85% de los españoles quiera prohibir los smartphones en los colegios es algo que evoca turbas con antorchas dispuestos a apedrear a todo aquel que les lleve la contraria… aunque no tengan razón. De hecho, lo que prueba ese nivel de consenso es que las razones son lo de menos: simplemente, la decisión está tomada, y todo político que se precie intentará abanderar ese movimiento y ponerse la medalla de haber sido «el que prohibió los móviles en los colegios».

A pesar de ello, no me cansaré de decirlo: ES UN TREMENDO ERROR, que solo conseguirá dar lugar a una generación de ignorantes susceptibles de ser manipulados, timados y engañados, además de ser menos competitivos que los jóvenes de otros países que no tomen ese tipo de decisión radical.

Solo usando las herramientas se aprende a usarlas. No haber introducido el smartphone como herramienta en los procesos educativos ya nos ha costado que varias generaciones de jóvenes crean ser «unos genios de la tecnología» cuando, por lo general, no tienen ni la más mínima noción ni de utilizar ninguna herramienta más allá de las tres que usan habitualmente, ni tampoco de ciberseguridad, de seguridad semántica (desinformación), ni de contraste de fuentes, ni de nada. No enseñarles solo ha servido para que, en primer lugar, se conviertan en adictos a una herramienta que no controlan, sino que les controla a ellos (siguiendo el clásico «si no programas, serás programado«, de Douglas Rushkoff), y en segundo, sean susceptibles de todo tipo de campañas de desinformación por informarse precisamente en las aplicaciones que son su medio natural.

Es un error tremendo, porque las cosas no mejoran con las prohibiciones, ni aislando artificialmente los entornos educativos del resto de la sociedad. Lo que la mayoría de la sociedad está haciendo es confundir la peligrosidad de un dispositivo – que existe, porque en muchos sentidos está desarrollado por empresas completamente irresponsables para generar adicción – con la supuesta necesidad de construir un muro a su alrededor, de privar de su acceso a los jóvenes. Y eso es una barbaridad. Porque si se hace, lo que se consigue es que ese acceso se dé de manera incontrolada, carente de criterio y sin ningún tipo de protección. No defiendo – en absoluto – a las compañías tecnológicas, ni a los fabricantes de dispositivos, ni a nadie más que a los jóvenes. No me paga nadie para que se vendan más dispositivos, ni para que se use más esta o aquella app. Simplemente, defiendo que los smartphones son una herramienta que va a estar en la vida de los jóvenes (y en la de todos nosotros) y que, por tanto, es FUNDAMENTAL aprender a utilizarlos adecuadamente. La educación nos protege, la prohibición nos desprotege.

Si un dispositivo es potencialmente nocivo, pero va a ser algo que vamos a utilizar durante toda nuestra vida, lo que hay que hacer no es prohibirlo a los jóvenes, sino precisamente lo contrario: educar en su uso. Enseñar a los jóvenes a controlarlo, a entender los mecanismos que fomentan su adicción, las estrategias en las que las compañías los convierten en esclavos o consiguen sus datos personales, la forma de buscar información de manera eficiente, o las herramientas con las que pueden contrastar fuentes. Básicamente, educar en el uso de una herramienta que, por mucho que la prohibamos, no va a desaparecer – y por tanto, lo único que logramos prohibiéndola es esconder el problema y trasladarlo a más adelante, a cuando creemos que ya no es nuestra responsabilidad.

Es. Un. Error. Hoy precisamente he tenido la oportunidad de comentarlo con alumnos y profesores en un Instituto de Secundaria: prohibir no arregla nada, y sí estropea muchas cosas. Y seguiré diciéndolo, aunque con ello lleve la contraria a todo el resto de la población. Si el resto de la población no tiene ni maldita idea de lo que dice ni de lo que quiere, es su problema.



Artículo de Enrique Dans .

Publicado con licencia Creative Commons 3.0 España


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