Uno
de los estrenos más esperados del 2023 ha sido la gran superproducción dirigida
por Ridley Scott sobre uno de los personajes más importantes en la historia de
la humanidad, Napoleón Bonaparte. Con un presupuesto de unos 200 millones de
dólares y con la todopoderosa Apple para su llegada al streaming, se prevé que
su estreno en redes aumente la versión de la película de las dos horas y media
que tiene en su explotación en cines, hasta las casi 4 horas. Esto podría
explicar que esta versión “cortada” resulte completamente deslavazada, como
pequeños trozos de película más que una película en sí con un desarrollo
argumental adecuado. Al
ser varios los trozos que vemos –situados cronológicamente hasta con subtítulos
explicativos, que también están para presentar a personajes, cosa que no
debería hacerse demasiado porque de otra manera, no funcionaría la narrativa
cinematográfica…- existe una gran desigualdad entre ellos: hay momentos
brillantísimos –como las batallas, ejemplarmente rodadas y contadas- y otros
momentos que no están tan logrados, y que en algunos casos pueden estar rayando
en la vergüenza ajena –si, aunque no queramos reconocerlo, Phoenix sobreactúa
en algunos casos creando más que un personaje, una caricatura de Napoleón,
viéndose sobrepasado casi en todo momento por una Vanessa Kirby esplendorosa
como Josephine-.
¿Es
una película grandiosa? Sin duda lo es, Scott es un auténtico especialista en
crear grandes títulos enmarcados dentro de la historia, como “Gladiator”, “El
Reino de los Cielos” o “Los duelistas” –esta última también centrada
históricamente en las guerras napoleónicas-. Pero esa grandiosidad, transmitida
con una producción increíble y un manejo de la realización impecable, no está
presente en un mediocre guión de Scarpa, que no sólo omite históricamente
momentos cruciales en la vida de Napoleón –como la invasión de España, que
supuso la primera derrota sin paliativos del ejército más importante del mundo-
sino que los “reinterpreta” a placer, como la famosa escena donde los cañones
disparan contra las pirámides de Egipto, cosa que nunca sucedió.
Resulta
inevitable pensar en la versión que Kubrick hubiera hecho de este personaje, y
que hubiera sido sin duda la gran película de su vida: contrató a varios
historiadores de varias nacionalidades para escribir un guión –que ya está
escrito- y su grandeza ya se podía intuir en “Barry Lyndon”, que siendo más modesta
que esta nueva visión de Scott sobre Napoleón, transmitía mucho mejor todo el
entorno del siglo XVIII y XIX. Estoy convencido que Kubrick, un perfeccionista
patológico, habría recreado un fresco mucho más acertado en su visión sobre el
emperador francés, aunque si hay algo que esta película dirigida por Ridley
Scott transmite con gran fidelidad: la obsesión por Napoleón por el poder, por
la trascendencia, y por Francia, al igual que su tortuosa relación con
Josephine. Y ya que hablamos de visiones en el cine (o televisión) sobre
Napoleón, además de las clásicas “Desiree” o “Guerra y Paz”, no podemos olvidar
la magnífica miniserie de cuatro capítulos creada en 2002 con Christian
Clavier, Isabella Rosellini, Gerard Depardieu y Anouk Aimee, que no sólo era
más fiel históricamente, sino que el director Yves Simoneau supo desarrollar
magníficamente todo el complejo universo del personaje y su evolución personal,
militar, política y sentimental. Todo un ejemplo.
Hay
algo que también me ha desconcertado un poco: el empleo de unos coros algo
inapropiados en la banda sonora, que llegan a resultar ridículos y que no añaden
nada a la épica que la película debe tener en algunos momentos. No obstante, y
a pesar de todas estas pequeñas (o grandes ) taras, la película merece verse
porque tiene un ritmo endiablado, y aunque no exista un hilvanado fino de la
narrativa, Scott tiene la suficiente experiencia como director para no aburrir
en ningún momento.
TRAILER